CENTRO MULTIMEDIA. EL
TALLER DE GRÁFICA DIGITAL
Andrea Di Castro / Febrero de 2012.
La
idea de
crear un Centro Multimedia surgió a finales de los años
80s, y el principal
objetivo era contar con un espacio público en donde los
artistas pudieran
realizar trabajos que requerían, cuando menos en alguna
parte de su
elaboración, de nuevas tecnologías. Y también con eso
contar con un espacio de
encuentro en donde se pudieran verter y compartir una
serie de reflexiones
sobre las implicaciones de estas nuevas tecnologías. La
idea surgió
porque, en ese entonces, un grupo de artistas gráficos
recurría a las
instalaciones de mi taller para realizar sus impresiones a
color provenientes
de las computadoras de ese entonces, así como diversos
trabajos en video y de
experimentación en donde se requería la manipulación de
imágenes, con las
precarias tecnologías de ese momento que un artista,
productor independiente
como yo, podía haber adquirido. En esa época, el hacerse
de equipo de cómputo y
del respectivo software, no era una tarea fácil, ya que en
México era muy complejo
conseguir cualquier tipo de insumo, cables, periféricos,
etc. etc. , lo que nos
obligaba a viajar con cierta frecuencia a los Estados
Unidos. Esto hacía que la
experimentación con estos medios fuera lenta y costosa. "La
Impresora"
de ese entonces era una PaintJet de Hewlett-Packard, con
las
limitaciones del tamaño carta, que fue superada gracias a
las técnicas de
impresión multipágina. El fabricante nos decía que esa
impresora no estaba
hecha para lo que pretendíamos, que no era una herramienta
para artistas, que
era un novedoso equipo para oficinas. Sin
embargo,
para nosotros, provenientes de experiencias en el arte
conceptual, era de suma
importancia que la imagen salida de la computadora en
forma de impresión
respetara el código (binario) con el que era creada. La
solución más fácil, en
ese entonces, era tomar una buena foto de la pantalla.
Pero no era lo mismo:
era una fotografía (proceso fotoquímico en ese entonces)
de una pantalla de
computadora que mostraba una imagen. Ese paso digital -
analógico (monitor -
cámara, revelado, etc.) no nos dejaba satisfechos
conceptualmente, por lo que
preferíamos una mala impresión, pero que fuera digital. Siggraph,
la
feria internacional de cómputo gráfico, que hasta la fecha
se sigue realizando,
y las revistas especializadas en este tema, eran nuestra
principal fuente de
información. Aprendimos el oficio utilizando el equipo,
leyendo los manuales,
haciendo tutoriales, experimentando y compartiendo las
experiencias adquiridas
con otros artistas en sus talleres. La
gráfica
digital era una de las manifestaciones expresivas más
accesibles con las
tecnologías de cómputo de ese entonces. Su atracción
residía en una infinidad
de posibilidades inéditas para los artistas gráficos:
desde el “undo", la
repetición de patrones, mantener un registro de los
procesos que se seguían, la
inmediatez, entre otras. Esta
nueva herramienta,
la computadora, ya era usada en forma profesional por los
músicos, que ya desde
1983 contaban con el protocolo MIDI y la incorporaron a su
producción. Debido
a que la
resolución que se podía manejar en ese momento con el equipo que teníamos (computadoras Commodore Amiga) era
de 640 x 480 pixeles y el número máximo de colores era
4096, no podíamos tener
una calidad fotográfica en nuestras imágenes lo que nos
obligaba más bien a
investigar las posibilidades gráficas y a integrar, desde
el punto expresivo,
el píxel y el escaso número de colores. Sin embargo la resolución era suficiente para una decorosa salida
a video. Al
principio de
los noventa habíamos armado un proyecto de investigación y
de exposición, al
que llamamos “Otras
Gráficas” y que
reunía a los primeros trabajos así como las reflexiones de
los entusiastas de
estas nuevas posibilidades, de quiénes estábamos
utilizando a la computadora
para producir y manipular imágenes tanto fijas como en
movimiento. Veíamos a
las computadoras con buenos ojos, sabíamos que las
limitaciones técnicas de ese
momento se superarían en corto plazo y pronto contaríamos
con una herramienta
poderosísima. Ya
en 1990, en
pocos años, podíamos contar con computadoras que manejaban
la asombrosa
cantidad de "millones de colores" y las computadoras Amiga
y Atari se
fueron quedando atrás, aunque se seguían empleando para
realizar efectos en
video. Si
bien en esa
época -a principio de los años noventa- los fotógrafos y
artistas gráficos podían
contar en sus estudios con computadoras capaces de
desplegar millones de
colores en sus pantallas, había serias dificultades en los
procesos de entrada
y de salida de las imágenes, porque era muy difícil y
costoso contar con un
buen equipamiento. En
ese momento
estábamos convencidos que la fotografía digital, en cuanto
a captura de la
imagen, estaba muy lejos de las posibilidades que ofrecía
la fotografía
analógica con los procesos fotoquímicos tradicionales,
pero en cuanto a la
salida de la imagen se abrían nuevas posibilidades como la
impresión con
inyección de tinta sobre papeles de algodón, de gran
formato y con calidad de
archivo. Por
estas
razones se optó para equipar al Taller de Gráfica Digital
con un muy buen
scanner óptico -que permitiera la digitalización desde
cuadros de película
Super8 hasta placas de tamaño 8x10- y con un muy buen
sistema de impresión.
Creo que esta estrategia de equipamiento fue clave para
que los fotógrafos se
acercaran al Centro Multimedia para realizar sus primeros
trabajos con estas
nuevas tecnologías. En
cuanto a la
temática preferencial de los artistas, en especial los
fotógrafos, fue la
intersección del espacio real y el imaginario, veta
expresiva que hasta hoy se sigue
explotando. Pero también hubo quienes, la minoría, sentían
que con la llegada
de la era digital, la relación entre la imagen fotográfica
y la realidad se
desvanecía, relación que, en mi opinión, siempre se pudo
trastocar desde antes
de la llegada de la fotografía digital. Así la fotografía
etnográfica, en
blanco y negro fue quedando atrás. Podemos ver, a partir
de ese entonces, un
cambio profundo en la producción de los fotógrafos con la
llegada de estas
herramientas. Muy pronto los fotógrafos mexicanos se
dieron cuenta de que ese
era el camino que había que seguir, tanto por un cambio
radical que sustituía
los procesos fotoquímicos tradicionales, como por las
nuevas posibilidades que
se abrían en cuanto a la manipulación y a la impresión de
las imágenes. Hoy,
desde el
punto de vista de la importación de fotografías, para su
manipulación en la
computadora, el scanner óptico es utilizado más bien para
la digitalización de
imágenes de archivo, ya que son muy pocos los fotógrafos
que siguen empleando
película para capturar sus imágenes.
Desde el punto de vista de la impresión también han
proliferado una
serie de laboratorios que ofrecen estos servicios. Perder
el miedo
al uso de las nuevas tecnologías fue una de las
estrategias iniciales, que se
llevó a cabo a través de la creación de cursos en donde se
mostraba a la
comunidad artística interesada, las bondades de las nuevas
tecnologías. Se impartían
talleres para los alumnos de las escuelas del INBA
reunidas en el Centro de las
Artes, a los artistas, a toda persona que estuviera
interesada, para
entrenarlos sobre el manejo de estas nuevas herramientas y
para mostrarles sus
posibilidades expresivas. Además
de los
artistas gráficos se acercaron al taller pintores,
escenógrafos, bailarines,
directores de ópera, etc, con propuestas para usos muy
diversos de estas nuevas
tecnologías de la imagen. También hubo diversos proyectos
para la conservación
de archivos, especialmente de aquellos que por su
naturaleza estaban a punto de
extinción. ¿Cuáles
son los
retos que tiene actualmente un taller de gráfica de este
tipo, a dos décadas de
su concepción? Realmente los problemas técnicos que
enfrentan los artistas que
emplean este medio para expresarse siguen siendo los
mismos: poder digitalizar
originales (planos y película) en forma profesional y una
salida consistente de
sus trabajos (impresión). Pero más allá de esto, la
gráfica digital hoy tiene
muchas otras posibilidades, que van desde la imagen de
síntesis, imágenes
estereoscópicas, imágenes holográficas y la posibilidad de
adherirse a todo
tipo de soporte. Tal vez ahora, más que un centro de producción se convierte en un punto de encuentro, de ideas, de personas, de trabajos, de experimentación, de recopilación de información, como este libro, cuya importancia reside en una reflexión a distancia de lo ocurrido dejando testimonio de este universo de ideas, de esta experimentación con las imágenes que felizmente nos muestra que las posibilidades que tienen no están agotadas.
Andrea
Di
Castro / Febrero de 2012 |